23.12.08

Fin del 2008


Algunas cosas que descubrí y me encantaron del 2008: Doveman, +/-, Copi, Lucrecia Martel, Flann O'Brien, King Kang and the Shrines, Claudio Bertoni, LadyHawke, Raúl Gomez Jattin, Beach House, Islands, G-Star Raw, Curb your Entusiasm, Gonzalo Martínez y sus Congas Pensantes, Washington Cucurto, Ice Haven, Poni Hoax, Tequila Don Julio, Dubstep, Megaupload y descargas directas, Kymko Agility City 125, Extras, Heroes, El eternauta, Diego Maquieira y un largo etcétera que ha hecho de este año uno de los mejores de mi vida. Espero que el siguiente calendario traiga tantas buenas sorpresas y placeres. ¡Feliz año!

4.12.08

Todo queda en familia


Desde la multipremiada La ciénaga (2001), su primer largo, Lucrecia Martel deslumbró con un estilo cuajado y en que ya estaba presente mucho de lo que descubriríamos como su mundo personal: historias elípticas, tensas pero vaporosas, encubiertas bajo el tejido muchas veces verborreico de las relaciones familiares. Y hablamos de familias grandes, de las que no se ven ahora, al menos en las ciudades, por lo que sus filmes transcurren en innombradas provincias argentinas, posiblemente Salta, donde nació la directora. Con una cámara desobediente, que huye del encuadre clásico, centrando esquinas y dejando significativos fuera de campo, Martel capta la cotidianeidad a punto de estallar de sus personajes: niños corriendo por doquier, adolescentes jugando de manera casi lasciva, camas donde todos conversan, piscinas como restos de otros esplendores y adultos confundidos que sin saber cómo logran contener el caos. En fin, un remolino centrífugo de relaciones familiares atizadas por la locura, que otros como Kusturica convierten en un carnaval, pero en cambio Martel registra con aplomo documental (género que también ha realizado), es decir sin dejarse llevar, huyendo del clímax con la distancia y la templanza de un dentista frente a una caries, aunque lo que le interesa no es informar o revelar algo, sino justamente lo contrario: sugerir, esquivar, rondar el secreto dejando un camino de migas incompleto, sin develarlo.

En eso me recuerda mucho los relatos de Onetti: siempre el dato oculto, que un complejo y agobiante andamiaje formal apenas siluetea; siempre la inocencia y la decadencia coexistiendo en un ambiente emponzoñado. La diferencia es que mientras en Onetti todo se va a la mierda, Martel sabe mantener la tensión con aparentes trivialidades que apiladas demarcan un límite, una barrera que al espectador no le es permitido cruzar y así todo queda en familia.

En La mujer rubia el detonante es un accidente en la carretera. La protagonista (espléndida María Onetto) atropella algo y entra en shock. El posible asesinato la deja en un limbo del que sale a flote sólo gracias a la inercia de las relaciones sociales y familiares. Aquí también la familia es origen del mal (siempre hay un pariente loco o echado a perder) y refugio salvador. Pero a diferencia de sus anteriores filmes, donde domina un barullo de voces multi generacionales, aquí el ensimismamiento (que Onetto articula magistralmente) es lo más denso y expresivo del filme. Visualmente también se tiende al minimalismo (ambientes a lo Edward Hopper), pero lo que se ve y lo que se dice, aunque es menos, sigue siendo sólo la punta del iceberg de un argumento esquivo, que a su vez se alimenta de otras raíces, ocultas en historias de familia apenas sugeridas. Un mundo fascinante, abierto, vivo, oscuro, profundo y cotidiano, al que Martel nos invita siguiendo el camino de sus imágenes pero reservándose en muchas partes el derecho de admisión.


6.11.08

Delante y detrás de la música

No me puedo quejar. Antes que pase la resaca del Festival de Cine de Sitges, comienza el In-Edit Beefeater, dedicado al cine documental musical, y ese mismo fin de semana tocan Infadels y Ladytron. Del In-Edit me quedo con las pelis sobre Patti Smith, Surfin' Bichos, Brian Wilson y A Technicolor Dream, que reseñé para Maumau en una, dos y tres partes.

El concierto de Infadels fue una pasada, súper energico y bailable, desde los primeros acordes de Circus of the Mad, la canción que más quería escuchar, hasta un sorprendente cover de Sweet Dreams (Eurythmics). Buen sonido y mejor desempeño sobre el escenario, a pesar de que no debíamos llegar a los cincuenta los asistentes a esta cita dominguera.

A Ladytron fui con las advertencias de que éran un hermoso iceberg en vivo, lo que no me importaba mucho, ya que se trata de una excelente máquina de hacer canciones. Su buen oído para la melodía con gancho, su intraicionable sonido y la estética delicada, cool y oscura que han mantenido desde sus inicios, son signos de una banda más madura de lo que parece y que, hasta su cuarto y último disco, Velocifero, no ha hecho más que superarse. El pero no vendría de su gelidez escénica -incluso puedo dar fe de que bailaron un poquito-, si no del sonido opaco y descalabrado, impropio de la Sala Apolo; además de que bien merecían Barcelona y una sala casi llena el impresionante juego de luces que, según leí por ahí, traían consigo en este tour.

6.10.08

El arte médico

Acabo de terminar de leer Super-Cannes, de J.G. Ballard. Visionaria y realista, enferma y clásica, preciosa y monstruosa. Como muchas otras de sus novelas, Ballard disecciona meticulosa su objeto de estudio, en este caso una micro sociedad VIP localizada en la Rivera Francesa, donde el crimen y la psicopatología son los lujos más apreciados. Empieza como novela negra, con la investigación sobre un inexplicable asesinato masivo, pero luego se convierte en una novela costumbrista en torno al sórdida etiqueta que rodea el modus vivendi de una élite yuppie. Me gusta especialmente cómo Ballard, luego de guiarnos hacia las cumbres del infierno ultracapitalista, concluye su historia en el momento climático, conciente de que el desenlase cerrado es menos interesante que su investigación y diagnóstico sobre el mal en cuestión que ya ha realizado.
Hoy me llegaron, para continuar la fiebre, High Rise, The Unlimited Dream Company y Cocaine Nights.

Como complemento visual, os dejo a alguien a quien acabo de descubir: Romain Slocombe. Como Ballard, quien abandonó la carrera de medicina por la pulsión de escribir (aunque nunca dejó de estar influído por ella), la obra -gráfica, cinematográfica y literaria- de Slocombe esta marcada por el fetichismo del cuerpo femenino (específicamente nipón) y los artefactos médicos. Prótesis, collarines, yesos, vendas y jóvenes japonesas malheridas son el leit motiv de una obra que da un nuevo sentido a las similitudes entre las palabras bandage (vendaje en inglés) y bondage. Otro artista médico, con quien Ballard y Cronenberg (el ginecólogo de Beverly Hills) tienen fuertes lazos. Echadle una mirada y si os gusta podéis leer este interesante ensayo.

27.6.08

No hay tiempo


No hay tiempo para escribir. No hay tiempo para escuchar discos. No hay tiempo ni ganas de ir al cine. Pero sí hay tiempo de leer y de ir a conciertos. Algunas notas sobre lo primero:

>Poesía: según J.C. Yrigoyen, con quien hace unos días estuvimos cheleando aqui en Barcelona, la poesía argentina no ha tenido el desarrollo de su narrativa y la peruana pasa por una amodorrada transición. ¿Y la chilena? ¡Buiiiiina, poh! Le gusta Germán Carrasco más que nadie entre los nuevos, y yo luego de leer Clavados, de este autor, y los poemas incluídos en la antología Cuatro Cuartetos/Cuatro poetas recientes de Chile, yo me inclino más por el preorgásmico ritmo de Paula Ilabaca y sobre todo por los cantos cursis, sórdidos, líricos y muy urbanos de Diego Ramírez, el más joven del cuarteto y alguien con quien supongo conectará mucho la juventud pokemona chilena. Citar a Pasolini, Sylvia Plath y Enrique Lihn es sólo una invitación a su prometedora locura.

>Fogwill: Leyendo su antología en Mondadori, Cantos de marineros en la pampa, descubro a este mito de la literatura argentina y no encuentro nada de lo que me imaginaba. No la locura y el delirio que había proyectado, pero sí a uno de los grandes del post boom. Muy lúcido y algo pervertido. Me gustaron todos los relatos, menos el que da título a la colección (no lo pude ni terminar de leer) y más que ninguno La larga risa de todos estos años, que desde ya propongo como uno de los mejores cuentos en nuestro idioma de los últimos 25 años.

>Lydia Lunch: Su novela Paradoxia, ahora traducida al castellano, es uno de los más estimulantes, bien escritos, valientes (tal vez mejor sería decir bravucones) y nada aburridos relatos eróticos que he leído. Y eso que no tengo en mucha estima el género.

>Psychedelic Furs: Lo único que diré es que, si bien demasiado corto (1:20 hrs. aprox), fue un placer hiper danzable y potente en flash backs el directo de esta mítica banda de los ochenta. Lo mejor fue poder bailarlos, hit tras hit, a un metro de distancia, como si de una disco y no de un concierto se tratara. Lujo.

10.6.08

Disfruta el silencio


Obra maestra. El director argentino Esteban Sapir ha logrado, en su segundo largometraje, un perfecto cóctel donde se equilibran la originalidad con el homenaje, la tradición con el experimentalismo, la simbología con el drama, lo lúdico con lo político; en fin, un delicatessen de cinefilia que se apropia de la paleta expresionista para contar, con sensibilidad naif, una fábula distópica.

Imaginad pues el futurismo arcaico de Metropolis de Fritz Lang, montado con la osadía y oído musical de Walter Ruttmann en Berlín: Sinfonía de una ciudad y recubierto por una atmósfera noir extraída del corazón de los Estudios Hammer. Agregad cierta truculencia infantil a la Tim Burton y el virtuosismo de efectos especiales con estética analógica de Michel Gondry. Reducid al mínimo el elemento vocal de todo lo anterior y ya (casi) lo tenéis. El hombre que fue capaz de realizar y dar vida a tamaño prodigio de legados no ha surgido de una revista de crítica, como Godard, ni de un videoclub, como Tarantino, si no (¡oh sorpresa!) de la publicidad y de la fotografía cinematográfica.

De lo último da sobradas muestras el manejo del blanco y negro. Más allá de una simple transposición cromática a la escala de grises, aquí encontramos un diseño integral de la imagen. De mano con la dirección de arte, el director ha preferido pintar antes que sólo manejar las luces, opción que potencia la autonomía de su mundo retrofuturista.

Por otro lado, su trabajo en la realización publicitaria se deja entrever en el detalle y aprovechamiento semántico del que dota a cada plano. Sapir es muy conciente de la economía de su lenguaje y carga cada encuadre con buenas ideas, ya sea compositivas o de carácter tipográfico.

Y es que La antena no sólo es una clase maestra de fotografía y de narración con imágenes. Hay un elemento más que la hace una sustanciosa celebración del cine mudo. Baste decir que el argumento va sobre una ciudad donde la gente ha perdido la voz. Lo único que le queda son las palabras, y no me refiero a ellas sólo como comunicación escrita, si no como entes lingüísticos que se materializan sobre el ecran cual subtítulos diegéticos (estamos al fin y al cabo en una realidad de celuloide) y son el botín último que animará el conflicto de esta historia. Sapir aprovecha ese material para darnos una lección de grafismo y anima el texto con una expresividad potente, al punto que no es exagerado considerarlo un personaje más.

Es cierto que La antena carga con una amplia lista de referencias y deudas cinematográficas, pero creo que lejos de menoscabar su originalidad, ésa es su riqueza. Por eso es absurdo enfrentarla a sus modelos o restringir su público cautivo a chavales que aun no descubren El Gabinete del Dr. Caligari. ¿Qué si la antena capta más de lo que emite? Sospecho que no, pero el tiempo lo dirá.

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

31.3.08

Snuff Jazz


Este año, los exquisitos Caprichos de Apolo cerraron su programación con una lección nada ortodoxa de jazz. Para comenzar, Ingebrigt Håker Flaten Quintet calentaron la noche con una serie de diapositivas sonoras en las que se alternaban distintas vertientes del género; su recital fue como un cadáver exquisito en el que se sucedieron ejercicios de estilo clásicos, como el bop ó el cool, con otros de avanzada como el free jazz o el jazz-funk, siempre aderezados con arreglos que podían sonar a veces a Paganini (¿un homenaje al ciclo huésped?) y en otros momentos a Jimmy Hendrix. Así, era fácil cerrar los ojos e imaginarse una sucesión de postales vintage con sus correspondientes alusiones: Monk, Coleman, Coltrane, Braxton, Davis, etc., traspasados por la vigorosa tónica sonora de un quinteto cuyo ecléctico oficio musical abrazó con soltura la atonalidad, el ruidismo digital o los paisajes cinematográficos (remembranzas de Tarantino y Peckinpah sugeridas).

Luego de esta inmersión en la caja negra de referencias que recorrió nuestra parte favorita de la historia del jazz, estábamos preparados para asimilar mejor uno de los actos más radicales de este estilo musical: Lean Left, banda compuesta por Ken Vandermark (saxo tenor, clarinete), Paal Nilssen-Love (percusión) y los guitarristas de la banda noruega The Ex, Terrie Ex y Andy Moor. Desde el primer tema, Lean Left dejó claro que lo suyo no era la recopilación museística sino la demolición y el incendio; como si las eruditas invocaciones de la banda anterior se hubieran quedado flotando en el ambiente sólo para ser víctimas de un concierto snuff.

Su actuación comenzó con un dúo furioso de guitarras eléctricas, en los que a veces parecían enfrentarse entre ellas como bestias jurásicas y otras ensañarse juntas en el desmembramiento de algún fantasma (invisible para todos menos para Terrie Ex, quien lo miraba fijamente en el suelo mientras descargaba contra él hachazos de acordes chirriantes, producidos sea con la típica uña o con baquetas, toallas, ganchos de ropa o cualquier objeto que le sirva de instrumento de tortura). Y si la obertura fue brutal, lo que siguió fue puro crescendo. El segundo acto fue otro dúo, de no menor abrasividad, entre el clamor frenético soplado por Vandermark y la implacable cabalgata polirítmica de Nilssen-Love. Más tarde, ya todos coludidos, continuarían con su ritual de virtuosa disonancia, dando fragor a lo que para este servidor sería uno de los puntos máximos de maestría y tábula rasa instrumental que ha tenido la suerte (y el capricho) de testificar.
(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

23.3.08

(R)Evolution Rock


Siempre es una pena y una suerte estar en un concierto de un grupo importante al que asisten sólo de un puñado de oyentes: el veneno de la sala casi vacía contrarrestado por la exclusiva cercanía de los artistas. Eso pasó la noche en que los Mekons tocaron en la [2]; el pequeño local no pudo ocultar su esmirriada convocatoria, más extraña aún cuando la mitad de los asistentes superaba los cuarenta años y nadie tenía mucha pinta rockera. ¿Qué puede significar que cualquier vagón del metro tenga más punkis ataviados que el concierto de uno de los más puros representantes del pedigrí post-punk británico? ¿Posturismo al descubierto? ¿Analfabetismo musical? ¿Simple recesión económica? La razón, cualquiera que fuese, no pudo opacar el imponente despliegue musical de un grupo que hace mucho dejó atrás su bandera de amateurs y está hoy en día en pleno dominio de sus poderes.

Y es que hablar de los Mekons es hablar de un grupo que tuvo la integridad suficiente para no seguir fingiendo que aún no sabían tocar, y derribar los barrotes de su inicial grito punk para salir a explorar fusiones con otros géneros como el reggae, country y, principalmente, el folk. En ese sentido, se han mantenido más fieles al espíritu que al método del movimiento que los sacó a la luz. Porque el encasillamiento sólo sirve a las compañías discográficas y a los reponedores mal pagados de las tiendas de discos, y una banda que se forjó en un ambiente de cooperativismo no tiene un ego fuerte que defender. Gracias a eso, han podido forjar una obra más continua y estilísticamente enriquecida que sus hermanastros Gang of Four y Delta 5.

Sobre el escenario, los Mekons demostraron que pese a su madurez (musical y cronológica) aún tienen carisma y se saben divertir. El show estuvo encabezado por Jon Langford, guitarrista y cantante fundador del grupo, y por la Sally Timms, a cargo de las vocales femeninas. Ambos muy cómodos en su papel de anfitriones, a lo que seguramente contribuyó la intimidad del recital. El tercer protagonista de la noche fue sin duda el saz eléctrico de Robert "Lu" Edmonds, instrumento de origen turco un que en las manos, los pies y los pedales de Edmonds servía más a la mística folk rock que a sus acentos originarios. Cockermouth, Fantastic Voyage, Perfect Mirror y Big Zombie fueron algunos de los hitos del repertorio, que onduló entre el hard rock clásico y el folk oscuro cercano a unos Espers o Black Heart Processión.

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

El canto del hollín


Supongo no fui el único que, al ver a Fabrizio Modonese Palumbo, a.k.a. (r), subirse al escenario con su guitarra, imaginó un preámbulo lleno de informe y dolorosa distorsión, como capas de metal sónico recién salidas del horno. Magno error, totalmente atribuible, claro, a nuestros prejuicios, a su cabeza rapada y a su larga y afilada barba. Para mi sorpresa, tras esa apariencia de rudo motero, el músico de Larsen, XXL y Blind Cave Salamander destiló de sus dedos y de su instrumento un ambient delicado y paisajista, lleno de reverberaciones que se internaron con suaves trazos en el ecran privado de nuestras mentes. Música de luces apagadas y hondo letargo (a la que, si algo hay que objetar, son las voces incrustadas) configuran pues el proyecto en solitario de este incansable Modonese, quien además de integrar los grupos mencionados, ha colaborado con un extensa lista de creadores que incluyen a Current 93, Matmos, Xiu Xiu, Baby Dee, Damo Suzuki, Akron/Family, Nurse With Wound, Jarboe, Lydia Lunch, My Cat Is An Alien, Fovea Hex y por supuesto Michael Gira.

El efecto dejado no podía ser otro que íntima anestesia. Muy apropiada para prevenir la aparición de Michael Gira, el hombre detrás de Swans, uno de los grupos más espiritualmente devastadores que salieron de los ochenta, y del más apacible pero no menos tenebroso -y paradójicamente bautizado- Angels of light. Y es que no hay muchos músicos capaces de erizarnos la piel con sólo su guitarra acústica y su voz de crooner. A su lado, Leonard Cohen parece un trovador de bubblegum pop y Nick Cave un baladista desahuciado por la diabetes. Para superar a nuestros máximos héroes de la depresión, la música de Michael Gira se vale sólo de sus acordes, repetitivos e hipnóticos, de su voz cavernosa, que parece entonar canciones de cuna a la caída y el apocalipsis, y de unas letras bruñidas como ónix (un acompañamiento perfecto para un libro como The Road, de McCarthy). Temas de su larga trayectoria como All lined up, Love will save you, Blind, Rose of Los Angeles, etc., implosionaron entre la reducida audiencia como presagios de luto interior. En definitiva, el recital fue un buen baño de ceniza para nuestra ritualista felicidad, y para hacerle justicia, cuando en un momento Gira preguntó cómo estábamos, debimos haber contestado con un agradecido “mal”. Abajo, el primero de los seis extractos tubeados.



(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

Femineidad Fatal


Tengo que confesarlo, soy un lego en cuestiones de neo feminismo y ni siquiera conozco la obra literaria de Virginie Despentes (aunque sí formo parte de esa minoría que admira su película Fóllame), pero eso no fue inconveniente para acercarme a su último libro, Teoría King Kong (2006), una mezcla de ensayo, testimonio y manifiesto punk sobre pornografía, prostitución y violación que no pudo encontrar mejor traductora al castellano que a Beatriz Preciado, la autora del sedicioso Manifiesto contra-sexual (2002), para la editorial Melusina.

Y lo primero que quiero destacar es justamente el espíritu punkarra del libro, no sólo por la crudeza de sus declaraciones, si no porque escapa de todo léxico académico y se apropia valientemente de la primera persona sin dejar de lado la fundamentación teórica. Despentes no es dueña de una prosa que sabe noquear, además es una intelectual de primera línea y alguien cuya biografía está conectada, más allá de los libros, con los tres temas mencionados. Punki violada, luego puta y más tarde afiliada al cine porno, nadie mejor que ella para denunciar personal y filosóficamente la batalla perdida que aún significa nacer mujer.

Como ensayo confesional, apela menos al corpus bibliográfico que a la propia experiencia; es especialmente estremecedor en el capítulo de la violación, revelador en los del porno y la prostitución, y desgraciadamente laxo en el de la teoría King Kong, que pese a condensar la unidad del libro no logra cerrarlo con la contundencia esperada.

Aún así, se trata de una lectura muy provocadora, tanto estilística como conceptualmente. Las ideas que propone pueden no ser nuevas, pero están fundamentadas en las propias cicatrices que describen con furia e inteligencia la trampa en la que tanto hombres y mujeres estamos atrapados, cuyos orígenes no están en uno u otro bando genérico, si no en los dictados del poder. Un libro excelente para asimilar (al ritmo de Lydia Lunch o Bikini Kill) ideas gritadas con estilo y meditación. El mejor regalo para la amiga kuki-flower o el colega maromo que por desgracia nunca faltan.

(Originalmente publicado en Mau Mau Underground)

19.2.08

Eclipse de arcángeles empantanados


Una de las noches más exquisitas y extrañas del ciclo de conciertos Caprichos de Apolo abrió con Fovea Hex, el último proyecto musical de la irlandesa Clodagh Simonds, cuya larga trayectoria en los límites más pantanosos del sonido experimental ha transcurrido, desde su adolescencia sesentera en la psicodélica Mellow Candle, con enfocada y brillante parquedad. Eso sí, siempre se ha rodeado de un selecto grupo de exploradores musicales, como Current 93 y Matmos, y en especial en este proyecto colectivo ha albergado a luminarias como Brian y Roger Eno, Robert Fripp, Carter Burwell, Colin Potter, etc. El resultado es Neither Speak Nor Remain Silent, una trilogía de EPs (Bloom, Huge y el recientemente publicado Allure) que bien podrían escucharse como a tres sirenas de pedrería cantando desde una caverna agreste.

Acompañada por la voz y el acordeón de Laura Sheeran, el violín de Cora Venus Lunny, la cellista Julia Kent (Anthony and the Johnsons) y las manipulaciones digitales de Michael Begg, Simonds irradió desde el escenario sus velos de ambient proteico, denso pero cristalino, ese folk cósmico (pero no solar, si no de agujeros negros) que con la delicadeza de sus coros diamantinos desencadenaba tormentas instrumentales y nos encauzaba con ellas hacia un submundo de lirismo feérico.

La segunda parte de la noche fue menos abismal y más etérea, con el melancólico y dulce noise-dream-pop característico de las dos últimas placas de Pluramon y su celestial protagonista vocal, Julee Cruise. Hay que decir que muchos de los que estábamos en la sala fuimos atraídos el encantamiento musical de David Lynch, cuyos más hermosos discos (Floating Into the Night, The Voice of Love) y bandas sonoras (Twin Peaks, Fire Walk With Me) la tienen a ella de médium. Era una oportunidad para verla e imaginarnos transportados a esas escenas llenas de humo, terciopelo y cañones de luz. La sorpresa fue conocerla no cómo la vaporosa e inmóvil cantante que nos da la bienvenida a otra dimensión, si no como una especie de Alicia en el manicomio, su histrionismo infantil lleno de alucinaciones y movimientos rotos, como una muñeca perdida en el infierno que no deja de sonreír.

Es cierto que la música de Pluramon, cuando no tiene la alquimia purificada de My Bloody Valentine, Cranes y Mazzy Star, es decir, cuando deja en un tercer plano su lado sónico y ruidista, se asemeja mucho a las baladas de Badalamenti/Lynch, por ejemplo en temas como If Time Was on My Side o Can’t Dissapear, de su última placa, Monstrous Surplus (2007). Pero también es cierto que a veces adaptan éstas canciones, más próximas al jazz y al new age, a su refinada electrónica shoegaze. Gracias a eso, pudimos disfrutar de una versión un poco más crispada de Mysteries of Love, extraída de la banda sonora de Terciopelo azul, para deletite de todos los fanáticos lyncheanos (ver el vídeo abajo y más en youtube).

En fin, fue una noche de armonías, de texturas y emociones perfectamente equilibradas, dominadas por una atmósfera de ternura valiente. Una lección de que, aún cuando se asomen a los vórtices más dolorosos de la melancolía, la descarga y la catarsis no son la única forma de intensidad.

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

7.2.08

Bienvenidos a la Edad de Oro


4 meses, 3 semas y 2 días. Para comenzar, un título certero, que nos hace pensar en el irremediable y regulado paso del tiempo, con la tensión de una cuenta regresiva, y a la vez no dice de qué se trata. Esto puede sonar caprichoso, o fortuito, pero no nos engañemos; a pesar de la apariencia inmediata, directa, transparente, de esta película, ésta se mueve según un diseño narrativo muy bien fraguado, que deja poco al azar. Ya veremos que lo inexorable, urgente y sugerente no escaseará en el tenso metraje, primero de una serie titulada Relatos de la Edad de Oro.

Ampliamente galardonada, con la Palma de Oro de Cannes como punta de lanza, el segundo largometraje del rumano Cristian Mungiu confirma el talento que ya había sido reconocido en su anterior Occident (2001) y nos descubre una cinematografía emergente y a un cineasta aventajado. De cine rumano hemos oído hablar y visto poco aún, pero desde La muerte del Señor Lazarescu, de Cristi Puiu, también laureada en Cannes, esta ignorancia parece tener los días contados.

4 meses, 3 semanas y 2 días es una película abrasadora, viva, feroz, que no deja indiferentes, no solo por el tema humano y moral que implica, si no también por sus méritos artísticos, por la cantidad de connotaciones e ideas que suscita en su engañosa austeridad narrativa. Su riqueza esta en las varias paradojas o dualidades que dan forma a su estética.

Entre otras cosas, se trata de un drama que no derrama lágrimas, de un thriller criminal sin explosiones de sangre, de una película de mujeres libre de maquillaje melodramático o feminista, de una reconstrucción histórica con el contexto fuera de cuadro, de una historia de supervivencia sin cazadores ni tragedias, de un registro realista y casi documental con una fotografía y un guión que es una pieza de relojería, deudores ambos del mejor cine negro, de un relato tan lleno de elipsis, cortes de bisturí que extirpan el morbo sensacionalista, como de tiempos muertos que rebosan emoción. En conclusión, de una película que logra ser todo esto y más, sin contradecir su radical minimalismo.

La historia se desarrolla en un solo día, en el que Otilia (Anamaría Marinca) acompaña a su compañera de habitación Gabita (Laura Vasiliu) a abortar, práctica que en la Rumanía de 1987, gobernada por Nicolae Ceausescu, era un delito grave. En medio de una sociedad fría y dura, donde el infierno claramente son los otros, la ilegalidad de este acto lleva a los personajes a hundirse más allá de su clandestinidad cotidiana, allí donde el mal que campea bajo todo totalitarismo y prohibicionismo solo conoce víctimas y predadores, apremios y precios abusivos. En este caso es el aborto, pero también podría ser las drogas, la migración o la vivienda (eso aquí lo conocemos bien), y el acierto de Mungiu es tratarlo con ese nivel de abstracción, sin enmarañarse en el dramatismo intrínseco de ese acto y concentrándose más bien en la sordidez de su escenario.

Como contraste a esa oscuridad social y humana, la amistad de Otilia para con su aturdida amiga brilla con una luz casi mesiánica, heroica hasta un nivel de entrega límite. Pese a que puede tratarse de una de las grandes películas sobre la amistad, da la impresión que la protagonista no hace todo sólo por su amiga, si no por solidaridad (en un régimen que prohíbe el aborto y los anticonceptivos) hacia cualquier mujer. Es decir, hacia ella misma. Es generosidad pero también rebelión y supervivencia.

Gracias a su discurso objetivo, distante, económico y metódico, lejos del sermón o la sensiblería, Mungiu logra una ambigüedad rica y pura, consciente que al enmudecer se hace más revelador. Toda una clase maestra.

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

26.1.08

El arte de la moto


Despues de ver cómo juguetes, ropa, lámparas, etc., se infiltran -postureo mediante- en las galerías de arte, ya era hora que éstas den paso a los uno de los artefactos con más estilo creados por el hombre: las motocicletas. A Ballard le hubiera encantado. Nada de metáforas u homenajes o cualquiera de las carreteras de sentido conocidas por las obras de arte. Esto es casi porno. Esplendor del metal que no alude a nada más que a sí mismo: libertad, fuerza, peligro, velocidad. Es casi como ir a ver tigres en un zoológico o mujeres en el barrio rojo. Caminar entre estas bestias dormidas fue una experiencia fascinante, donde se conjugaban de manera excelsa ciencia, diseño y pasión. Declaro mi admiración al artista, el laurerado Ferry Clot, doce de cuyas mejores creaciones conforman esta muestra, que es preciso visitar en la galería Gómez Turu (Consell de Cent 325, BCN). La de la foto es mi favorita y se llama La Holynes (2005): "agujeros que sorprenden bajo la mirada de Dios".
Visitad la web de Hot Dreams, la empresa de Clot, y mientras tanto acompañaos con este maravilloso tema (lleno de humo, ruido, esquirlas y tierno a la vez), Till the Bitter End, del último disco de The Magnetic Fields.


boomp3.com

23.1.08

Asco rescatado


Que un escritor sea invitado a abandonar su país, debido a uno de sus libros, es una de las mejores presentaciones que éste puede tener. Es más, el exilio es muchas veces una insigne condena para el artista, y cada literatura nacional debería tener su escriba herético propio, como lo tienen los colombianos con Fernando Vallejo, los franceses con Céline o los austriacos con Thomas Bernhard. Horacio Castellanos Moya se convirtió en prófugo irremediable de El Salvador gracias a esta breve novela, publicada en 1997 y hoy en día libro de culto, que Tusquets ha tenido a bien reeditar luego de varios años de estar agotada la edición de Casiopea (2000). Y la mención de Bernhard no es en vano, ya que El asco no es ni más ni menos que un ejercicio de estilo, en el que Castellanos Moya toma prestada la voz narrativa del austriaco como si se tratara de una motosierra con la que acomete en contra de toda, absolutamente toda, la sociedad salvadoreña.

Precisemos: así como Vargas Llosa recicló las técnicas narrativas de Faulkner para retratar la sociedad peruana, Castellanos Moya se apropia del fraseo compulsivo de Thomas Bernhard, de ese tono que lanza palabras como escupitajos de bilis y náusea, de esa visión exasperada e inmisericorde hacia sus semejantes, para demoler su edificio nacional y dejar al descubierto sus vicios. ¿Qué mejor forma de retratar a un país cimentado en la violencia que utilizando uno de los discursos más explosivos del siglo XX? Pero eso no es todo. Si en Bernhard el resultado era una visión descreída y brutal, sin compasión ni esperanza, sobre Austria y el ser humano, el mundo que crea Castellanos Moya añade una pizca de novela picaresca a su veneno, dando como resultado un concierto disonante de horrores y bufonadas.

La novela, que se lee de un tirón y fue escrita también en arrebato de un mes, narra la historia de Moya, un intelectual asentado en Canadá que se ve obligado a regresar a su país natal luego de la muerte de su madre, regreso que se torna en una caída a la tierra de sus fobias y cuyos pormenores se dedica a relatar, o mejor diríamos vomitar, a su amigo Vega, en un desaforado y febril monólogo de cantina.

Celebramos pues esta reedición, que ayudará a conocer mejor en España a uno de los escritores latinoamericanos más interesantes de los últimos años. Para quienes se enganchen a él, les recomiendo continuar con su igualmente genial Insensatez (2005), publicada también en Tusquets.

(publicado originalmente en Mau Mau Underground)

12.1.08

¡Que quilombo!


Todos sabemos que un gran concierto necesita una gran antesala, y en eso no podía fallar Soda Stereo, que dejó las megapantallas de su gira de reunión en manos del genial Diego Capussotto, el creador del programa argentino Peter Capussotto y sus vídeos. Entre todas las cosas que me gustan de Argentina no puede faltar el humor, y los sketchs cómicos de este programa son de lo mejor que he visto, sobre todo cuando sus keywords son: absurdo, surrealismo, pop, macarrismo escatológico y mucho mucho rock. Os dejo unas muestras y os invito a navegar por más.