10.12.09

Entra al Jardin

Rescato de los archivos un directo que grabé de Jardín, allá por el 2003. Mínimamente editado, podría decirse que en versión uncut o de un solo plano continuo, descubro que se deja ver bien, gracias al hipnótico viaje sonoro que desencadena el grupo, y en pequeña medida por mi cámara en trance. A volar.

25.11.09

Páginas techno


El 2009 fue para mí uno de los años más exclusivamente melómanos. En paralelo a mis primeras composiciones musicales (y a la implementacion de mi pequeño estudio casero), mis lecturas han descarrilado exclusivamente hacia la música. En particular, me ha gustado mucho el mítico libro de Simon Reynolds, Generation Extasis. Su aproximación holística al fenómeno rave engloba musica, historia, arte, sociología e incluso algo de farmacopea, muy al estilo de los ensayos caleidoscópicos de Mario Vargas LLosa u Octavio Paz (mezclado con algo de periodismo gonzo). Puede sonar exagerado compararlo con estos gigantes, pero por lo menos diré que es el mejor libro que he leído en el año.
Un excelente compañero de éste son las memorias de Laurent Garnier: Electroshock. Un armonioso contraste con la visión de fan/crítico de Reynolds, desde el lado protagónico del DJ que ha sido testigo de la evolución de la música electrónica de baile. No es que Garnier aporte algo a la cronología canónica que se puede encontrar sin muchas variantes en la bibliografía sobre el tema, más bien la sigue fielmente. El plus del asunto es que él estuvo allí. Y la forma en que describe su experiencia, como músico y amante de la música, es lo especial. No nos ilustra con datos nuevos, sino más bien nos emociona con su viviencia y crecimiento en el vórtice mismo de ellos.

2.7.09

Datos falsos


Una de las mejores experiencias audiovisuales que recuerdo fue el prototipo de Datamatics en el Sonar 2006. Que este año haya vuelto en versión 2.0 y se presente en el ensoñador Teatre Grec bastó para querer volver a ver esa coreografía de datos: puntos, rayas, palabras, números, coordenadas, etc., extraídos de la bolsa, de una estadística, de un satélite, del mismísimo ADN, o de un simple microchip. Datos moviéndose en la pantalla al ritmo ultra preciso de la música de Ryoji Ikeda: una colección en sí misma de los ingredientes más puros de la música electrónica: clicks, glitches, drones, beats, ruido, filtros, reverberaciones y modelos de síntesis varias, combinándose en formas ambientales o technoides. Durante casi una hora el público se convirtió en voyeur cautivo de un espectacular código binario, asombroso como cabía esperar, aunque como todo lo que tiene una estética tan tecnológica y se confía a la velocidad, algo avejentado luego de tres años.

¿Y cual fue el plus que hizo de este set distinto de su antecesor? Una breve segunda parte, en la que el protagonista no sólo era el dinámico flujo de datos sino la obra misma, transformándose en un meta-datamatics.

Tal vez el problema fue que no estamos lo suficientemente avanzados para prescindir de lo humano y conformarnos con la alquimia de los bits; o tal vez el arte digital está aún más cerca de la ciencia que de la magia, y esperábamos algo más próximo a la iluminación de una demostración metódica que al fascinante engaño de una proyección en las sombras. Queríamos a Ryoji, queríamos azar, queríamos demostraciones en tiempo real. Porque si todo se resumiera en su diseño minimal o en sus renderizados 3D, no hay en ellos mucho de original; y si se trata de la virtuosa edición, poco podemos sorprendernos si ya hemos visto las sincronías cinematográficas de Walter Ruttman y su Berlín, sinfonía de una ciudad, compuesto más de ochenta años atrás.

Desde luego, me disculpo si en algún lugar la organización del Festival Grec advirtió que se trataba sólo de una proyección, pero ya de por sí me parece engañoso incluir este espectáculo en su programación de conciertos. Como ya sabemos, demasiados datos no garantizan buena información.

20.4.09

Otra historia de la música electrónica (Kyrou Copyleft Remix)


Techno rebelde de Ariel Kyrou es uno de los libros sobre música electrónica más estimulantes y mejor escritos que he leído. Sin apartarse demasiado de la cartografía histórica canónica sobre el género, este libro traza un tupido tamiz de referencias, mutaciones, accidentes, influencias, préstamos y apropiaciones que han dado forma a ese continente sonoro; hilado de manera no concluyente, dejando suficientes hebras sueltas para configurar un work in progress, pero con una firme perspectiva ideológica copyleft, gracias a la cual puede descargarse como pdf de manera gratuita (click en el título).
Más allá del copioso name dropping, la prosa de Kyrou nos invita a adentrarnos en el magma híbrido de ritmos y texturas que describe con apasionamiento, documentación y persuasivo gusto. Kyrou, más que un crítico, es un cronista de las sonoridades aventureras del siglo XX, las cuales ha recorrido con todos los sentidos y sobre todo mucha curiosidad crítica.
En sus páginas nos recuerda, con una genealogía de surtidos ejemplos, que nada es original, que el arte es mezcla (su pureza es su contaminación) y que bailar es también una forma de rebelarse.
No negaré que la sobreinformación tal vez pueda ser frustrante aún para el medianamente melómano, pero si se piensa que cada nombre desconocido es una generosa invitación y prestamos atención a lo más importante, que es la filosofía subyacente a su ilustrada audición, estoy seguro que el libro puede ser bien digerido por cualquier interesado.
Os dejo con una cita interesante de Uwe Schmidt:

Creo que deberían superarse esas estúpidas clasificaciones del tipo ‘música electrónica’. Ante todo, soy músico y no encuentro diferencias entre tocar música, editarla, arreglarla, etc. La denominación «electrónica» debe remitirse al proceso de creación y no a un género musical.

5.2.09

Viaje a Santa María


Vaya lujo: los nombres de Mario Vargas Llosa y Juan Carlos Onetti juntos en una misma portada. Y no me refiero a la foto superior, sino al último libro del escritor peruano. Rigor académico y oficio de escritor han vuelto a unirse en El viaje a la ficción / El mundo de Juan Carlos Onetti, que nace de lecciones impartidas por él en la Georgetown University en 2006. Para quienes han leído los textos del primero que analizan a García Márquez, Flaubert o Arguedas no es secreto que su profundo conocimiento de las obras, unido a sus dotes de narrador, hacen de éstos libros ejemplares. Rara vez tenemos ante nosotros un ensayo donde erudición y lucidez se lean tan impulsivamente como una buena novela policiaca.

Lo genial de Vargas Llosa es que en sus ensayos no sólo nos habla de la obra, vida y época del escritor que estudia, sino de su visión personal sobre la literatura y la narrativa en general. Analizando los textos, comentando la biografía, contextualizando la época, Vargas Llosa nos habla de sus propias ideas sobre la literatura.

Pensamiento y pasión so los ingredientes que hacen tan especiales sus textos, y cuando a ellos se agrega su experiencia personal, el resultado no puede ser más fascinante. Quien es el mejor ejecutante en castellano de las técnicas narrativas y uno de sus más interesantes estudiosos, aplica su don natural para el contar en capítulos dedicados a describir la construcción de la obra de Onetti, alternados con otros sobre su vida, la realidad de uruguaya y latinoamericana, y el testimonio personal del ensayista, basado en los momentos que compartió con Onetti. Todo relacionándolo y haciéndolo coherente bajo la tesis de la literatura como creación de mundos alternativos, como escapes de la realidad, como el ejercicio supremo de la imaginación del que ha nacido no sólo el arte sino nuestra propia humanidad.

Si, el libro habla de un autor que no esta de moda ni es para todos los gustos; que es depresivo, sórdido, denso y oscuro; pero que también escribió una de las obras más influyentes y valientes de nuestra lengua. Un universo paralelo llamado Santa María donde exploró como pocos se han atrevido a hacerlo toda la mediocridad, sordidez y pasión del espíritu humano.

Para quienes eso no sea suficiente, tienen además una excelente descripción de cómo se escribe una novela, una lección magistral de lo que es literatura, una relato apasionante de la vida de un individuo atípico, misógino, mujeriego e introvertido, que pasó sus últimos años en su cama, leyendo, escribiendo y bebiendo whisky. Y nada menos que el homenaje de uno de los más célebres maridos de la Literatura a uno de los más caprichosos amantes de ésta. ¿A que no es poco?

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

3.2.09

Antes de Drácula


Antes de Drácula, estuvo Carmilla. La historia de una vampira lesbiana, viajera y sin títulos de nobleza se adelantó demasiado a su época y fue enterrada en popularidad por la del donjuanesco conde de Bram Stoker, pero afortunadamente siempre hay algún exhumador como Gustavo López Mañas para rescatarla del olvido y ofrecer a sus colmillos sangre de nuevas generaciones. En este caso, por medio de un adaptación fotográfica que funciona como una estilizadísima fotonovela de toques neogóticos. López Mañas utiliza su arte con la luz y los píxeles para ilustrar la novela que Joseph Sheridan Le Fanu publicó en 1872, acompañándose en la realización de su novia Ana Ibáñez Lario, su hermana Vinila Von Bismark y un equipo cercano de colaboradores.

La visión del joven artista granadino sobre la novela decimonónica que sentó las bases del arquetipo de la vampira ha cristalizado en imágenes cuya riqueza de tonos sepia y limitada profundidad de campo da fe de su experiencia y espléndido saber hacer en el mundo de la foto comercial, publicitaria y de modas. Lo suyo, pues, esta más en la maestría de la iluminación, la dirección de las modelos, los cuidadosos encuadres, la meditada producción y sobre todo una envolvente post producción, que mediante cromas y muchas capas de photoshop es responsable prácticamente de la totalidad de los escenarios. López Mañas es pues más un retratista que un narrador. Por suerte, así parece saberlo él y por eso decidió apoyar sus fotos con extractos del cuento.

En líneas generales, podríamos decir que López Mañas se ha impregnado del romanticismo de su fuente y ha apostado por un clasicismo estético. Éste es su fuerte, pero también su corsé. Algunos hubiésemos querido ver algo más transgresor quizás, menos académico, apostar por un anacrónismo menos tímido (por ejemplo explotar más la piel tatuada de Vinila, que aquí aparece como un elemento más). En este sentido, su impactante e hiperestilizada factura nos sabe tan fría y perfecta como el cuerpo de su inmortal heroína. Tal vez por eso el libro atraiga más al adolescente gótico que fue a buscar el siguiente tomo de Stephenie Meyer, o al fan de Vinila Von Bismark que ya se conoce al dedillo la sesión de Interviú, que al amante de la fotografía artística. Aún así es de aplaudir el compromiso del artista con su visión, al ofrecernos imágenes tan delicadas, sombrías y turbadoras más allá de las modas estéticas y –todo sea dicho- más acá de las comerciales, que gozan de una oportuna racha vampírica.

(Publicado originalmente en Mau Mau Underground)

11.1.09

Death Trip



Este año ha comenzado con demasiadas malas noticias, pero una de las que más afecta a todo melómano es sin duda el deceso de Ron Asheton. Quién diría que el único que no fue yonqui de la legendaria banda The Stooges sería uno de los primeros en irse... El también guitarrista de Destroy All Monsters, The New Order, entre otras bandas, dejó como legado uno de los sonidos más rudos e intoxicantes del rock y se ha llevado a la tumba todos nuestros deseos de verlo una y otra vez tocando con Iggy & The Stooges.