Noches de cava y arte
Barcelona siempre tiene sorpresas. Uno va a la inauguración de una exposición con la idea de tomarse unas copas gratis y ver algo ultra cool que ronda con sus más elevados intereses fetichistas, y termina en unas series de esculturas-calzado que como máximo podrían adornar un sex-shop o una tienda de bromas. Otra semana pueden ser las inauguraciones simultáneas de dos destacados ilustradores nortemericanos, como Gary Baseman y Tim Biskup y regresar a casa con una deliciosa embriaguez marca Freixenet y Absolut, una entrevista escarpada con el (a mi juicio) más interesante de ambos artistas, dos revistas de tendencias y una recomendación cinéfila del actor porno Nacho Vidal. Todo gratis.
A propósito de ese último jueves, quisiera anotar algo sobre el arte de Baseman, artista consagrado de la ilustración (¡de esa élite que llega a ver plasmados sus dibujos en juguetes!) cuya ascendente carrera imposibilita contemplar su encasillamiento (“—Siempre estoy viendo adelante, haciendo cosas nuevas” —¿Cómo que? —Silencio nervioso”) a no ser que unas copas avanzada la noche le hagan reconocer lo contrario (“—Recién estoy comenzando. ¡Lo que quiero es dominar el mundo! —¿Qué dices? ¿Qué mundo? ¿El del arte, el de la política? —“Quiero tener todo el dinero y todas las chicas!”). Ya desde la primera pregunta me di cuenta de que Baseman no era un artista al que le guste discutir y darle vueltas a las cosas. Para el todo es claro y superfluo. Todo se piensa y se zanja con la misma diferencia de tiempo que separa sus autógrafos a los fans de sus onerosos cuadros: es decir casi nada. No quiero decir que no me guste su arte, suficientemente atractivo y personal para que me monte ideas sobre la inocencia vestida de sordidez (apuesta mas original que la manida fórmula contraria) o sobre la peculiaridad y atractivo de su universo, pero verlo hacer rápidamente en los cuadernos de sus admiradores dibujos que no tenían mucha distancia con las pinturas que vendía hasta casi cuatro mil euros me descorazona. Lo mismo podría imaginarme una serie de clones del artista vestidos de verde pistacho, inaugurando muestras alrededor del mundo y dibujando autógrafos en páginas y pieles de bellas e igualmente ebrias adoratrices. A su lado, las pinturas de Biskup sonríen de manera ingenua: meros ejercicios que repasan la historia de las vanguardias bajo una pátina de estilo propio o juegan de saco con la ilustración más comercialmente subversiva e irónica. De pronto se me mezclan los recuerdos y lo asocio con el título de la porno de Vidal y concibo Baseman y sus esclavas. ¡Y entonces me doy cuenta de que en verdad quiere conquistar el mundo! ¡Baseman como el monstruo vestido de top-ilustrator que por un inexplicable designio Biskup dibuja! ¡Un virus se expande por Barcelona! ¡Si follas dentro de las seis horas posteriores a ver un dibujo de Baseman caes en sus redes y te conviertes en un modernito! ¡Y Nacho Vidal debe regresar al porno para liberarnos!
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