31.5.06

Primavera Sound II


Es extraño como cada persona (y cada cultura, si vamos al caso) mide el tiempo con una o varias marcas distintas, y sin duda debe de haber muchos como yo que lo hacen de acuerdo a los festivales. Creo que el primero que me reveló el paso del tiempo repitiéndose fue el BAFF, pero como no lo viví del todo el año pasado y no estuve aquí cuando tuvo lugar este año, ha sido el Primavera Sound el que me ha traído el beat de las estaciones. Ya hace un año que asistí al primer festival de música de mi vida y más tiempo aún de que mi vida dio un vuelco y se transplantó a las orillas del Mediterráneo. Hace un año que cumplí uno de los primeros sueños que traía en la maleta, ver a Iggy Pop (con el añadido de los Stooges), además de rendirme al directo inesperado de Gang of Four.
Este año no hay tantos nombres estelares como el pasado, pero no por eso el cartel ha bajado en calidad. Elliott Brood, Motorhead, Yo La Tengo, No-Neck Blues Band, Yeah Yeah Yeahs, Killing Yoke, Dinosaur Jr., Flaming Lips, Mick Harvey, ESG, Animal Collective, Mogwai, Lou Reed, Big Star, Shellac, Stereolab, etc., son algunos de los nombres que me llaman más la atención. Quizás no lleguen al nivel de fanatismo que Sonic Youth, Mercury Rev o Echo & The Bunnymen (o tal vez si, y es que un año de conciertos mas o menos intensivos ha reducido mi entusiasmo de recién llegado), pero igual dan una razón más para alegrarse de tener un evento así “en casa”.
Una de las grandes mejoras del Primavera de este año ha sido sin duda los tres días de conciertos previos que comenzaron el lunes, llenando maravillosamente toda una semana de conciertos. Es cierto que pudieron haberlos programado en la sala Apolo y no en La [2], que puede ser muy chic como discoteca pero es infame para rock en directo. Los primeros en sufrir esta miniaturización de su sonido fueron The Bellrays, cuyo fuerte sonido hard soul reclamaba (además del insoportable calor) un espacio más abierto. Fue una verdadera sorpresa descubrir un día antes a esta banda californiana, que me recordó mucho a unos Dictators, pero suplantando el feeling rockanrollero de Handsome Dick Manitoba por el soul de Lisa Kekaula (ambos estuvieron juntos, coincidentemente, en el tour reunión de MC5). Además del sonido vintage setentero, las pintas de los músicos también remiten a íconos del mundo del rock: imaginen la pinta del bajista y mente de la banda, Bob Venuum, y del guitarra, Tony Fate, como dos creciditos Garth y Wayne, la pareja de freakies de la película protagonizada Mike Myers. En general un directo emocionante y cañero, que me hubiera gustado disfrutar (y bailar) en alguno de los escenarios abiertos del Forum.
Ayer fue el turno de Anneleis Monseré (a quien no vi), Troy Von Balthazar y Experience, todos nuevos para mí. El que más me gusto definitivamente fue el segundo, otro freak que con solo una guitarra, un sintetizador cutre y una pedalera hace un indie rock que si lo escuchas distraído puede parecerte bonito y honesto, pero que en verdad (y más obviamente en directo) no hace más que parodiar esas cualidades, valoradas hasta el asco en ese seudo género. El personaje de TVB (imposible desligar de su actuación el elemento performance) es un nerd de camisa y corbata que se ríe de sus propios chistes, no tiene amigos (ni nadie que quiera tocar con él), y tiene la mala suerte de cantar gesticulando como Joe Cocker. Pero en contrapeso tiene una voz potente y versátil, una buena escuela musical que une el lo-fi del primer Beck con el noise de Sonic Youth, y unas letras inteligentes que no dicen nada especial. Lastima que cuando se emocione le de por hacer piruetas descalabradas.
Luego de él, la seriedad y profesionalismo de los galos Experience quedó soso. Nadie duda de su potente sonido, de sus melodías enérgicas y por momentos hasta experimentales, ni de la buena fe social de sus versos rapeados, pero todo eso palidece luego de la simpática frescura de TVB, alguien que se atreve a cantar una canción que aún no se sabe bien.
Esta noche toca Elliott Brood, un grupo al que si había escuchado antes y que es uno de mis más gratos descubrimientos de los últimos meses. Esta noche, para mi, comienza de verdad Primavera Sound.

17.5.06

Producto peruano


Confieso que poca fe tenía ya en el cine peruano, hasta que una amiga de la universidad, con la que coincidí en el avión a Lima, me dijo que Madeinusa, la película de nuestra compañera de universidad Claudia Llosa, había recibido buenas críticas en El País, cosa según su criterio muy inusual. Eso, aunado a la nostalgia originaria con la que me preparé emocionalmente para regresar a Lima, me decidió a verla apenas tenga oportunidad. En Lima compre algunos dvd’s piratas: Paloma de papel, La boca del lobo e Imposible amor. No he visto ninguna aún pero sí fui a ver en el cine Chicha tu madre, que me agradó mucho por su espíritu picaresco y su final abierto, además de que mi ciudad materna queda por fin retratada en el cine como ya lo han sido las grandes ciudades.
El primer largo de Llosa no se queda atrás. Es cierto que su retrato de la vida andina tiene mucho de postal, pero si consideramos la situación del cine en el Perú esa limitación puede revertirse y valorarse como un correcto manejo de la luz y el encuadre, o yendo más lejos aún en una bien tomada apuesta por el rebosante colorido de la puesta en escena, que para un espectador extranjero resulta inevitablemente seductor. También es cierto que el guión no es muy rico en diálogos ni dibuja con mayor detalle a los personajes, pero acierta en el uso del quechua y sobretodo en el sutil humor que es lo más logrado de la película. Más allá de eso, queda alabar el buen ritmo del relato, bucólicamente pausado pero lleno de detalles (las ratas muertas, el hombre-reloj, etc.); de la banda sonora, que aunque bordea no cae en el riesgo de la sensiblería fácil (nota curiosa: la reminiscencia automática de Kusturica que me producían las escenas de la fiesta acompañadas de la música de la banda, filtrando claro la euforia real-maravillosa del yugoslavo); y del propio argumento, cuyos rumbos en apariencia predecibles resultan ser tan engañosos como la mente de la protagonista. Palmas sonrientes para el final.
Me pregunto qué pensaría el terrorífico candidato presidencial, Ollanta Humala, si por casualidad fuera al cine y viera este filme, que claramente revierte el estereotipo de la superior astucia del criollo sobre el serranito. Posiblemente su fascismo andino lo llevaría contradictoriamente a tentar a la ojiazul directora a algún alto cargo de Conacine, lo que por otro lado no estaría del todo mal.