29.8.06

Paginas en el metro



Felizmente han llegado los días en que ha aumentado mi consumición de libros y del metro (aunque no tanto como en los buenos tiempos Lima-combi). Sólo para el recuento enumero los títulos que he estado leyendo las últimas semanas:

La ciudad de los prodigios (Eduardo Mendoza). Hace mucho tenía pendiente esta novela seudo histórica que todo amante de Barcelona que se precie debe leer. Lo que más me gustó fue ese feeling a lo El Padrino que sugería el esplendoroso ascenso de Onofre Bouvilla. Lamentablemente, el rudimentario y poco convincente inventario de su caída no esta a la altura de la primera parte del libro.

Contacto (Dennis Copper). Decepcionante, banal, aburrido y monocorde. Equiparable a lo peor que se haya hecho en el Cinema de la Trasgresión. Seguiré buscando al Richard Kern de las letras norteamericanas.

El gran cuaderno (Agota Kristof). Realmente no tenía ni aún tengo mucha información de esta novela, de la que no había escuchado hablar hasta que Myrna me la dio. Relato maldito, cruel y casi abstracto en su planteamiento narrativo, que sin embargo retrata como pocos los horrores de la Guerra. Lo mejor es la construcción de esa voz bicéfala encarnada en lo niños gemelos protagonistas, verdaderos ángeles de la muerte (o la sobre vivencia) producidos por la locura bélica.

Cosas que debes saber (A.M. Homes). Otro gran descubrimiento, que abre mejor la veta de narrativa norteamericana en la que me pienso zambullir, de la mano del Top 25 realizado por Rodrigo Fresán (a explorar ya vía Amazon con mi primer sueldo). Escuela Cheever, como no, pero que roza las brillantes intuiciones poéticas de Clarice Lispector, bajo un manto de sordidez Ian McEwan (al menos del primero, que es el que he leído) y surrealismo gringo a lo Lynch. Bueno, no es difícil adivinar que este ultimo referente, ya tópico al referirse a ella, fue lo que me incitó a leerla, pero también debo confesar que ayuda mucho la oscura y tierna belleza de la escritora. Un universo propio, vamos, en el que maravilla y reconforta introducirse. Dicen que The End of Alice es espeluznante. Ya les contaré.

3.8.06

Cumpleaños


Otro aniversario más, que celebré con una modesta y contundente felicidad, sin efervescencias ni nostalgias, sin excesos ni expectativas. Este fue mi primer día a los veintionce años: desperté tarde mi primer regalo fue de Myrna, que me sorprendió con el Bolaño por sí mismo, ¡traído desde Chile mismo! Luego desayunamos a mediodía (un lujo debido a mi actual condición de empleado) un capucchino con torta de manzana , y nos preparamos para ir a la playa. Ella cocinó filetes de atún con pimientos y yo me encargué del cava y del vodka. Fuimos a La Musclera, una hermosa playa nudista en Caldes d´Estrac que nos recibió con un mar azul , un oleaje generoso y muchos cuerpos para ver mientras brindábamos y nos dábamos chapuzones en pelotas. Antes de irnos un martini en el chinguirito y por la noche, ya en Barcelona, cena en un buffet japonés del Borne, donde Myrna me introdujo a la fascinante experiencia del wasabi (Pauls revisitado). Creo que ha sido uno de los cumpleaños más atemperados y deliciosos de mi ya no tan corta vida. No hubieron muchas felicitaciones y fue más bien retirado y romántico. Es cierto que un cumpleaños es también una ocasión para hacer un censo de nuestra vida social, pero ya a estas alturas no me engaño y me siento más que satisfecho con la autocelébración.
Al día siguiente, me quise regalar un libro y entré en una librería con ánimo de explorador. Sin ningún título en mente, y más bien con ganas de dejar al azar y la intuición recomendarme algo, terminé con un hermoso diccionario de aforismos: Breviario de la aurora, de Rafael Argullol, autor que no conocía pero que luego recordé Malena Martínez me comentó hace muchos años con motivo de una visita del escritor catalán a Lima. Les regalo una de las 360 anotaciones:

"FELINO: Lento, lento, hasta llegar a ser el más veloz".