11.2.06

Depeche in my eyes


El concierto de Depeche Mode de anoche fue otra de esas raras ocasiones en las que tienes frente a ti un momento con el que has soñado por años sin saber que lo ibas a vivir (y por meses sabiéndolo ya) y que de pronto te rodea y tu no entiendes porqué no sientes ese éxtasis que tanto imaginabas. Tus ojos ven de cerca a tus ídolos y te parece que falta algo, como si en ese momento tu deseo te abandonara y no tuvieras otro remedio que fascinarte instantáneamente diciéndote que ellos son, que estas ahi, que esa es la canción y que más te vale moverte porque en dos horas todo acabará. Me imagino que tiene que ver con la pátina glam de todo lo que en un momento nos parece inalcanzable, con esa aura intraducible al pasar del mundo de lo ideal al de lo sensible. Puedo enumerar cientos de experiencias parecidas, ya sean artísticas, turísticas, materiales, sexuales, psicodélicas, etc.
Lo que no quiere decir que el concierto no haya sido de puta madre y que no lo haya disfrutado al máximo. Dave Gahan no es un Iggy Pop en derroche de energía pero esta en plena forma y pocos en el showbusiness pueden mover el culo como él. Martin L. Gore también se lució con su disfraz de ángel o cacatúa y entonando esos himbos de oscuridad, dolor, sexo y redención con una voz de castrati y un look de freak que aumenta a medida que pasan los años y se le caen las cejas. Tocaron además de los obligatorios temas del último disco una buena selección de hits clásicos. El sonido y las luces estaban increíbles y los vídeos mejor aún: seis pantallas agrupadas asimétricamente donde las imágenes del concierto, limpias o procesadas, se intercalaban con material de archivo duotono estilo Devotional o retratos tipo comic de los integrantes. Hay que decir que la música siguió fiel a esa vena rockera de sus últimos tiempos, más tirando al ritmo oscuro y pesado que al bailongo remezclado. Las dos horas que duró el concierto, desde The Pain that I´m Used To hasta Never Let Me Down (segundo bis) pasaron volando, como sucede cuando se encadenan éxitos y el público no deja de corear y de agitar los brazos pidiendo más.
En tres días toca Bauhaus. Aunque no los he seguido con igual devoción, imagino que será un concierto igual de intenso e inolvidable.